No estaba desaparecida; quedó varada tras ir a tramitar beca
El 47° Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump dio un golpe en la mesa al anunciar su intención de declarar a los cárteles mexicanos como agrupaciones terroristas.
La iniciativa revela al mundo lo que los mexicanos ya conocíamos de primera mano: los cárteles operan como verdaderos grupos terroristas que han sumido a nuestro país en una espiral de violencia, miedo y muerte. La nación secuestrada por criminales que han corrompido las instituciones, destruido la paz y convertido nuestras calles en zonas de guerra, con un gobierno paralizado por la inacción y la complicidad.
Mientras Estados Unidos adopta medidas para contener esta amenaza, en México persiste la desastrosa política de "abrazos, no balazos" que, lejos de pacificar, ha sido un pacto de rendición ante el crimen.
Aquí la impunidad es total y los cárteles han expandido su influencia como nunca antes. Desde que el régimen centralista implementó esta estrategia suicida, los índices de homicidios se han disparado a niveles catastróficos. Miles de familias mexicanas, miles de familias en nuestro Chihuahua han sido desgarradas por la violencia y el terror se ha convertido en la norma en muchas regiones del país.
Desde el 2022, como diputado y primer servidor de los chihuahuenses, propuse tipificar en la ley mexicana el delito de narcoterrorismo, reconociendo que los cárteles no solo trafican drogas, sino que ejercen un control territorial mediante el terror, la extorsión y la violencia extrema. Reconociendo que el primer paso es llamar a las cosas por su nombre, sin titubeos, sin miedo.
Ya no se trata solo de combatir el narcotráfico, sino de enfrentar una guerra contra quienes buscan doblegar a la autoridad con tácticas dignas de organizaciones terroristas internacionales.
Tipificar el narcoterrorismo es reconocer que las familias de nuestro norte, que las familias juarenses, que las comunidades de la Sierra, viven horas indecibles de violencia y terror, donde los grupos criminales han decidido atacar directamente a la población indefensa, porque saben que si ejercen la fuerza suficiente, la autoridad terminará por doblarse.
De qué sirve la guardia nacional y tanto ejército, tanta militarización y fiscalía y policías, si prácticamente los criminales pueden, durante horas y en plena luz del día, asesinar a familias enteras. Desde hace años, la violencia de los grupos criminales escala a niveles de crueldad y saña propios de grupos terroristas.
Es ahora o nunca. México está al borde del abismo y no podemos permitir que el crimen organizado nos arrastre a la completa destrucción. La seguridad de las familias debe ser la máxima prioridad, y declarar a los cárteles como lo que realmente son –terroristas– es el primer paso para recuperar la paz. Nuestro vecino del norte lo entiende, el régimen centralista se niega a aceptarlo. Solo con una política de seguridad firme, coordinada y sin concesiones. Solo tratando a los culpables con la misma violencia que ellos ejercen, podremos devolverles la paz y la tranquilidad a nuestras familias antes de que sea demasiado tarde.