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Total confianza de obtener la gubernatura en 2027: Estrada
El presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) inició el proceso de restauración del sistema político del presidencialismo autoritario construido y operado por el PRI, en los 70 años que estuvo de manera ininterrumpida en la presidencia de México (1930-2000).
Su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum (2024-2030), ha continuado ese proceso, que implica eliminar los avances democráticos que se habían logrado en los últimos 25 años, para volver a un sistema político sin distinción de poderes y órganos autónomos donde todo gira en torno a la figura presidencial.
En 2000, las Fuerzas Armadas de México, con la derrota del PRI, entendieron la profundidad del cambio en el sistema político con el arribo de la democracia y realizaron cambios fundamentales en su manera de entenderse a sí mismas y de relacionarse con el poder civil.
Entonces se constituyeron como unas Fuerzas Armadas de Estado y para eso modificaron de manera radical su apoyo al presidente y al partido en el poder, como ocurrió por décadas, para ahora, de manera decidida, manifestar su clara lealtad a la Constitución y a las instituciones del Estado, como siempre debió haber sido.
A partir de ese momento, las Fuerzas Armadas dejaron de estar sometidas al partido en el poder y a un presidente en lo particular, para estar por encima de las preferencias políticas electorales y ser realmente Fuerzas del Estado y no de un gobierno y un presidente.
López Obrador comprendió que eso había sucedido y se propuso, en el marco de su proyecto de restauración del presidencialismo autoritario, que las Fuerzas Armadas volvieran a estar bajo el control de un partido y de un presidente en turno, su comandante en jefe, para el caso el mismo.
En Tensiones en el Ejército. Diálogos con altos mandos (Editorial Cal y Arena, México, 2024) generales me comentan como López Obrador nombró a un secretario de la Defensa, el general Cresencio Sandoval, sometido de manera total a él, para iniciar el proceso de devolver al presidente y al partido en turno el control del Ejército, y lo mismo pasó con la Marina.
Afirman que en el sexenio pasado el Ejército dejó de ser de Estado, para hacerse de partido, como lo fue en los años de los gobiernos del PRI, y que los generales de la República dejaron de serlo, para ahora convertirse en generales del gobierno. A partir del sexenio pasado la lealtad no es a la Constitución y a las instituciones de la República sino al comandante en jefe.
A un grupo al interior del Ejército, molesta sobremanera esta realidad, con el proceso de democratización del sistema habían ocupado el espacio que les correspondía como una institución del Estado por encima de las preferencias político electorales. Sostienen, que las Fuerzas Armadas no deben tener preferencias políticas. Su lealtad es a la Constitución, pero ahora, en una clara regresión democrática, lo es a su comandante en jefe.
@RubenAguilar