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CHIHUAHUA, Chih., 21 abril de 2025. En este mes en que celebramos a la niñez mexicana, no basta con regalar dulces o juguetes. También es momento de reflexionar sobre lo que estamos construyendo para ellas y ellos en términos de derechos, oportunidades y futuro. Y si hay una herramienta que transforma realidades, abre mundos y forma personas más libres, esa es la lectura.
México atraviesa una crisis silenciosa: el promedio anual de lectura por persona ha caído a 3.2 libros, y apenas uno de cada cinco mexicanos mantiene hábitos lectores constantes. Pero más allá del dato, lo que preocupa es lo que implica: infancias creciendo sin acceso pleno a las palabras, al pensamiento crítico, a la imaginación. Y mientras otros países como Argentina o Chile han hecho de la lectura una política de Estado desde la primera infancia, aquí seguimos sin asumir el compromiso de fondo.
Hoy, en Chihuahua, hay quienes estamos convencidos de que leer no debe ser un privilegio ni una actividad optativa. Queremos que la lectura sea parte de la vida diaria de las niñas y los niños desde las aulas, pero también desde casa. No como obligación escolar, sino como un derecho garantizado. Porque formar lectores es formar seres humanos más conscientes, sensibles y preparados para decidir su camino. Apostarle a la lectura es apostarle a una infancia con mejores herramientas para comprenderse a sí misma y al mundo que la rodea.
No se trata solo de repartir libros. Se trata de vivirlos. De acercar historias que conecten con nuestras realidades, con nuestras raíces. Y México no tiene que ir lejos para encontrarlas: contamos con autoras y autores brillantes como Mónica Brozon, Francisco Hinojosa, Antonio Malpica, Verónica Murguía o Juan Villoro, quienes han creado universos entrañables que dialogan con lo más profundo de nuestras infancias. Obras que nos enseñan que leer también puede ser un acto de juego, de consuelo, de descubrimiento.
La lectura debe ser cotidiana como lavarse los dientes, tan accesible como una plática con mamá o papá antes de dormir, tan natural como soñar despiertos. Para lograrlo, necesitamos bibliotecas vivas, docentes con vocación lectora, acervos adecuados y una política pública que ponga a la infancia y a los libros en el centro.
Este Día del Niño no regalemos solo globos. Regalemos oportunidades para leer, para imaginar, para ser. Apostemos por políticas públicas que hagan de la lectura parte esencial de la educación básica, y también de la vida familiar. Porque si queremos un México diferente, más justo y libre, empecemos por cambiar cómo leen —o no leen— nuestras niñas y niños.
Leer no solo abre libros. Abre la vida.