
SASSLA: La alerta sísmica que joven mexicano creó a las 11 años de edad
Soy madre de unas criaturas maravillosas: una niña de 7 años y un niño de 3. También soy servidora pública, y aunque mi trabajo implica una responsabilidad enorme, debo confesar que la maternidad ha sido uno de los retos más complejos y transformadores de mi vida.
Desde los 19 años he trabajado fuera de casa, y más allá del esfuerzo que implica conciliar los distintos roles, también reconozco que trabajar me ha dado herramientas personales que me nutren como mujer y, curiosamente, también como madre. Sentirme productiva, aportar desde mis capacidades y crecer profesionalmente ha sido, en muchos sentidos, una forma de cuidarme emocionalmente. Y cuando una se cuida, también cuida mejor.
Hoy, la conversación sobre la crianza está atravesada por ideales como la crianza positiva o respetuosa. Se nos enseña y muchas intentamos hacerlo que debemos validar emociones, acompañar sin violencia, ser disponibles emocionalmente. Y estoy convencida de que ese enfoque genera infancias más libres, más seguras y más felices. Pero hay que decirlo con claridad: también es un trabajo exigente, emocionalmente demandante y, a veces, agotador.
Ser la adulta que regula, escucha, respira profundo mientras gestiona su propio estrés mientras escucha un berrinche de proporciones épicas, no siempre sale como en los libros o como los coaches de redes sociales te sugieren. Y está bien. La crianza positiva no se trata de hacerlo perfecto, sino de hacerlo con conciencia, con amor, y sí, con fallas que después podamos reparar o al menos intentarlo.
Lo más valioso de estos tiempos es que podemos decidir: trabajar fuera de casa o quedarnos en ella; criar tiempo completo o compartir cuidados. Todas las decisiones son válidas si son nuestras. Y qué fortuna vivir en una época donde las mujeres podemos estar en espacios de toma de decisiones, donde influimos desde nuestra experiencia de vida en cómo se diseñan políticas públicas con enfoque de género y mirada hacia las infancias.
Por eso, más que juzgarnos entre nosotras, ¿por qué no acompañarnos? Reconocer a la mamá que decide quedarse 24/7 con sus hijas e hijos y también a la que, desde un tribunal, una oficina o una reunión política, está buscando que haya más justicia para ellas y para los suyos. Porque al final, me atrevo a decir, todas estamos buscando lo mismo: criar con amor, construir comunidad y dejar un mundo un poco más justo que el que recibimos.
Así que, si hoy te sentiste sobrepasada o dudaste de ti, aquí va un recordatorio: no estás sola. Lo estás haciendo bien. Y criar en cualquiera de sus formas también es amor.