
Vamos por la reducción de la pobreza alimentaria en Chihuahua: Loera
De un ancestro heredó estatura y ojos verdes. Era mestizo y su pueblo le llamó “el dragón rojo de los ojos de jade”. Nació en Motul, lo asesinaron en Mérida el año de 1924 cuando tenía 49 años y se iba a casar con “Peregrina”.
Hace unos días, un grupo de “amigotes” me invitaron al fascinante Mercado 20 de Noviembre de Motul, Yucatán. Allí tiene su negocio Doña Evelia; el platillo único y que llena de comensales el restaurante es aquel que prefería el más ilustre de los hijos de ese pueblo. Como el arroz huérfano de la saltillera Canasta, los huevos motuleños no tienen madre.
Como en muchas partidas presupuestales, las de turismo y cultura no son la excepción; les disminuyeron las asignaciones. Morena da prioridad a las obras faraónicas y a reunir dinero para subsidiarlas. La primera dependencia ejerció en 2018 recursos por un monto de 5 489 millones y para el año que corre tiene autorizado 1 774 millones. Por su parte, la Secretaría de Cultura que tenía en el último año de Peña Nieto un presupuesto de 18 106 millones pasó a 15 081 millones en 2025.
Beatriz Peralta, dueña de memorables historias y una de las sazones más formidables de México, me dio el secreto de los buenos motuleños: “La diferencia es la salsa, en cómo se prepara”. Con doña Evelia lo comprobé: devoré dos órdenes, y las acompañé de una rica jarra de horchata y un buen pan de los que en Saltillo llamamos francés.
El 2024 fue designado: Felipe Carrillo Puerto. En tres iniciativas se solicitó, la primera firmada por el que escribe estas líneas. Por cierto, para el año 2020 hice igual trámite para honrar a Venustiano Carranza, en los cien años del homicidio. No prosperó el intento y me temo que se vetó al coahuilense por los prejuicios históricos del régimen.
La casa de los Carrillo Puerto es un museo. El techo de una parte del recinto está por venirse abajo y el acceso al lugar donde nacieron Felipe y sus once hermanos se encuentra vedado. Muy cerca, el edificio que fue sede del Partido Socialista del Sureste, donde sus puertas y paredes recuerdan los ecos del Cristo rojo. Una parte del recinto es frutería; lo que eran oficinas y alojamientos ahora son escusados y mingitorios públicos y el patio central sirve para resguardo de motonetas y bicicletas.
Visitar la casa–museo se convierte en una gran experiencia, y eso es gracias a María Can May, custodia de la memoria de Felipe, Elvia y su familia. Uno puede pasar horas mientras María narra historias. Es generosa con su sapiencia y orgullosa de su tierra y del esplendoroso pasado que se forjó por mujeres y hombres de trabajo y honor.
Viajé de Mérida a Campeche en el Tren Maya; los vagones vacíos son la prueba de una obra mal planeada y con una promoción y logística pésima. Los informes financieros dicen que su costo de operación anual supera 25 veces a sus ingresos. Mientras se tira el dinero, no hay fondos para comprar medicinas, rehabilitar carreteras y menos para cultura. En fin, la demagogia es la demagogia.