
Vamos por la reducción de la pobreza alimentaria en Chihuahua: Loera
México vive tiempos de contrastes. Mientras muchos celebran avances sociales y políticos, otros advertimos que el país, aunque con potencial, camina en una dirección preocupante. Vivimos —como muchos ciudadanos sentimos— el mejor momento de nuestra historia en cuanto a oportunidades, pero también con el peor rumbo en cuanto a libertades. La transformación que México necesita no es la que parte del poder, sino la que nace del pueblo: una transformación ciudadana, donde los ideales, las libertades y los derechos sean bandera y no moneda de cambio.
Aprendí, desde los principios más nobles del pensamiento democrático, que la voz del ciudadano debe ser escuchada sin importar su condición social, ideología política o filiación partidista. La función de un gobierno es servir como vínculo institucional que garantice el ejercicio libre y pleno de nuestros derechos, no como herramienta de control y vigilancia.
Hoy, en uno de los episodios más inquietantes de este sexenio, se discute la posible aprobación de una iniciativa que algunos ya llaman “Ley Espía”. Una propuesta que, bajo el argumento de “seguridad e identificación”, pretende recolectar y centralizar datos personales sensibles de todos los ciudadanos. Esto no es otra cosa que un intento claro de vigilancia estatal masiva, disfrazado de modernización administrativa.
Quienes apoyan esta iniciativa insisten en que “el que nada debe, nada teme”. Pero este argumento simplista evade un principio fundamental de toda democracia: la privacidad no es un lujo, es un derecho humano. Lo peligroso no es solo lo que el Estado pueda saber de ti hoy, sino lo que pueda hacer con esa información mañana, sobre todo en un entorno donde instituciones como el IFAI, INE, IFT, etc encargadas de equilibrar el poder se encuentran debilitadas o desaparecidas.
El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y en un contexto donde el Poder Judicial enfrenta constantes embates, donde se desprecia a la oposición, y donde el oficialismo se empeña en monopolizar el discurso público, esta propuesta representa un riesgo mayor. La democracia no se mide solo por la cantidad de elecciones, sino por la existencia de contrapesos reales, por la libertad de expresión y por la protección de la intimidad de sus ciudadanos.
México no necesita más control sobre sus ciudadanos; necesita más ciudadanos conscientes, participativos y críticos. Necesitamos educación cívica, acceso a información veraz y espacios de debate, no mecanismos de censura ni aparatos de vigilancia.
Yo soy mexicano, patriota, católico, padre de familia y ciudadano pensante. Quiero vivir en un país donde mis libertades estén protegidas, donde pueda alzar la voz sin temor, escribir sin censura y disentir sin ser rastreado. Un país donde el Estado sea garante de derechos, no vigilante de conciencias.
Decimos no a la Ley Espía. Decimos sí a un México libre.