Reforma en el bachillerato, un paso hacia la modernización educativa
Inició la crónica anunciada por Donald Trump, 47º presidente de los Estados Unidos de América, el día mismo en el cual prestó juramento sobre el desempeño del cargo, cuya esencia es la preservación, protección y defensa de la Constitución Federal de 1787.
El mesianismo estuvo presente en su discurso inaugural en el Capitolio: salvó la vida porque tiene un destino preestablecido: hacer grande de nuevo a los Estados Unidos (Make America Great Again). Es la proyección al mundo de la voluntad hegemónica.
En los contenidos simbólicos, la ceremonia del 20 de enero actual permite distinguir algunos planos de la concepción de la política y sus formas y ejes en nuestro vecino del norte: (i) la pompa ceremonial para resaltar la naturaleza del cargo presidencial para ellos y para el mundo. Un protocolo y una procesión que es la heredera “republicana” de la tradición monárquica británica para exaltar a la Corona y su titular como el máximo símbolo de unidad nacional; (ii) la religiosidad que liga la titularidad del poder con los valores de la creencia en un ser supremo y la utiliza como inspiración y fuente de tutela de los intereses terrenales del poder; y (iii) la institucionalidad representada por la presencia del presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, candidata demócrata derrotada, en este acto, en conducta que no observó Trump en 2021 cuando renegaba de su condición de presidente-candidato perdedor.
En otro plano de los significados, el sistema político estadounidense diseñado por sus Founding Fathers en Filadelfia nos mostró de lleno que el modelo de forma de gobierno aristocrático -de las mejores personas- frente al democrático -de todas las personas- devino en el extremo de la no deseada forma impura: la oligarquía; el gobierno en manos de pocas personas de la misma clase social para defender y acrecentar sus intereses desde el poder político.
El tiempo de la Era Dorada que anuncia Trump está presidido por la presencia de los magnates de las tecnologías de la información y su uso con fines de control político, económico y social. La objetividad, la veracidad y la razón, por la vía del algoritmo y la dependencia creada de la comunicación inmediata, se rinden ante la subjetividad, la falsedad y el prejuicio. Es el eco permanente de la creencia asumida o inducida lo que mueve voluntades que, en mucho cada vez más, no son auténticamente propias.
Para el presidente estadounidense todo lo planteado -incluido lo que sólo estaba bosquejado- va para adelante; en materia migratoria, sobre seguridad regional, en torno a la relación comercial e, inclusive, en la reivindicación chovinista de renombrar Golfo de América a la porción marítima del Atlántico que comparten los contornos de lo que hoy son territorios del continente americano y del Caribe. Una fruslería, pero que irrita y provoca. En el fondo, dos populismos frente a frente: la cuarta transformación de la vida nacional y Make America Great Again, con su desdén compartido por quienes piensan distinto y, sobre todo, por quienes plantean una conducción diferente de lo público. En medio la obviedad mayor: la asimetría.
Los dos populismos extraen la fuerza narrativa en la sustentación de sus determinaciones de procesos y resultados homólogos: el mandato del 2 de junio y el mandato del 5 de noviembre, como si la voluntad colegiada recibida no fuera la propuesta polarizante que formularon y que interpretan como excluyente de la diversidad política. Claro que formular propuestas, pedir y recibir el voto es la base del mandato; la vuelta adicional a la tuerca es la interpretación excluyente para el conjunto adicional que constituye la pluralidad de la Nación.
Ahora bien, no es sólo la asimetría en la compleja y variada relación entre los Estados vecinos, sus gobiernos y sociedades. La retórica de Trump y sus acciones en marcha revelarían una aspiración bastante mayor: la composición del orden mundial bajo el imperio de los valores y los intereses de los Estados Unidos. Así como quien carece de poder aspira a que la ley confiera certidumbre de que no será avasallado, quien tiene poder aspira a que su ley sea la medida para la conducta de los demás. Pongo en perspectiva las determinaciones del ejecutivo estadounidense por retirar a su país de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de París de 2015 para contener el calentamiento del globo terráqueo; la evidencia científica para sustentar este último es abrumadora y contundente. Sin embargo, el poderoso plantea que su ley impere sobre el resto de los países del orbe.
Es auténtica la amenaza de Trump para el mundo construido como resultado de la Segunda Guerra Mundial, el inmediato conflicto ideológico-político entre Este y Oeste y la evolución hacia la pluralidad de centros y esferas de poder en convivencia relativamente respetuosa y pacífica. Su sueño mesiánico es imperial. Esta amenaza es expansiva con referente territorial. México y Canadá en la mira. Seguridad y hegemonía clara en el primer entorno; geopolítica básica.
La realidad aconsejaría valorar ese impacto externo en el trazo del conjunto de las gestiones de los tres órdenes de gobierno en México para atemperar las debilidades, establecer alianzas y cuidar las fortalezas. En el plano político externo, cabe remontar seis años de ausencia política significativa en los foros internacionales y de disonancia con la valoración objetiva y general del principio democrático en las elecciones de algunos países, como Nicaragua y Venezuela.
En el plano político interno la convocatoria impulsada por la mayoría en la Comisión Permanente para cerrar filas como Nación en torno a nuestros principios e intereses y la presidenta de la República como jefa de Estado, articula el trazo pertinente: las amenazas hacen indispensable la unidad en la pluralidad. La institucionalidad de las y los ejecutivos locales también la invoca y afirma.
El sentimiento de lo nacional aflora con facilidad explicable. La pregunta es la calidad de la amalgama para la sociedad política y la sociedad civil. Unidad en torno al movimiento que en este tiempo está a cargo de las instituciones o en torno a valores, principios y objetivos nacionales; ¿respaldo al poder o acuerdos en la pluralidad? Lo obvio es la seguridad pública y las acciones contra los cárteles de la delincuencia organizada. Más sutil: recuperar la división de poderes y una reforma electoral de consenso. Unidad sin compromisos en la pluralidad sería de tramoya.