
Se accidentan pilotos de la FAM en aeropuerto de Chihuahua
En Hidalgo del Parral, el agua llega con suerte tres veces por semana. Los tandeos, que ya no sorprenden a nadie, han dejado de ser una medida emergente para convertirse en la regla cotidiana.
Las familias hacen filas con cubetas, almacenan lo que pueden y ajustan su vida a una agenda dictada por la escasez. Pero eso sí: el recibo llega puntual, como si el servicio fuera continuo, como si el agua no faltara.El derecho al agua es un derecho humano reconocido por nuestra Constitución y por tratados internacionales.
Es responsabilidad del Estado garantizar agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para todos. Pero en Parral, como en tantos rincones de nuestro Estado, esa garantía se ha convertido en una promesa vacía.
Y lo más grave: hemos normalizado esa falta como si fuera inevitable.Ante esta omisión de la autoridad, decidimos actuar. Promovimos amparos para exigir lo que el gobierno no ha sido capaz de proveer: agua. Y se nos concedió la razón.
Gracias a estos amparos, hoy una familia de siete integrantes ha dejado de depender de los tandeos. Ya no esperan la pipa, ya no corren para llenar garrafones. La justicia les devolvió el agua que el Estado les había negado.
Es un logro. Pero también es una señal de alarma.Porque no deberíamos estar celebrando que una familia tenga acceso al agua gracias a un juicio de amparo. Deberíamos estar exigiendo que ninguna lo necesite.
Que ninguna madre tenga que ir a un tribunal para bañar a sus hijos. Que ningún adulto mayor deba esperar dos días para llenar una olla. El agua debe llegar por derecho, no por sentencia judicial.
La Junta de Aguas del Municipio ha sido omisa, ineficaz y distante frente a una crisis que lleva años gestándose.
Y el problema no es solo técnico ni logístico: es político y ético. Porque cuando una autoridad decide seguir cobrando por un servicio que no entrega, no solo está incumpliendo: está abusando.
Está fallando a su gente.Hoy, desde el Congreso y desde los tribunales, seguimos alzando la voz. Promoveremos más amparos, no por gusto, sino porque la dignidad no puede esperar.
No buscamos protagonismo, buscamos justicia. Cada familia que logra recuperar su derecho al agua nos recuerda que vale la pena insistir, pero también que este no es el camino ideal. El ideal sería no tener que luchar por lo que ya es nuestro.Parral no merece la situación que está viviendo. Y su gente no merece seguir sola.
Este municipio, orgulloso, trabajador y resiliente merece serivicios públicos a la altura de su gente: personas que madrugan, que luchan, que no se rinden.
Merece autoridades listas y capaces, que no se escondan tras excusas ni simulan atender una crisis que ya rebasó todos los límites. Por eso seguiremos insistiendo, en los tribunales y en las calles, hasta que el agua deje de ser un lujo y vuelva a ser lo que siempre debió ser: un derecho garantizado para todas y todos.