
Mira lo que hacen
Dos fotografías tomadas por Elías Chávez muestran la agresión a un joven melenudo. Era julio de 1968, un día después del enfrentamiento entre estudiantes de la preparatoria Ochoterena y la Vocacional 5 del Politécnico.
En dos ocasiones estuve cerca de Zedillo; la primera, en la Hacienda de Guadalupe, un 26 de marzo de 1995. Por cierto, aún recuerdo la impresionante pieza oratoria que pronunció el doctor Javier Garciadiego. La segunda, en el año 2000, en el aniversario de la ciudad de Saltillo.
En la última edición de la revista que dirige Enrique Krauze aparece un texto que ha causado revuelo. El autor es el joven de las fotografías de Chávez. El que fue bolero y alumno de instituciones públicas, y que, gracias a una beca, obtuvo un posgrado en el extranjero. El que, siendo secretario de Educación, propuso los libros de texto que irritaron al Ejército.
En el artículo se cuestiona al régimen y a su líder moral. Nada de lo que se dice es novedad, las críticas se encuentran en el debate público y son comunes en las citas de analistas y opositores.
Sobre Zedillo se vino encima la estrategia que utilizan los miembros de esa secta conocida como Morena. Falacias, injurias y amenazas constituyen la ofensiva que ordenó el propagandista en jefe. En ese deporte todo se vale, desde ofensas personales hasta buscar en el Génesis algún pecado familiar del “neoliberal” o “prianista” que tiene la osadía de criticar al régimen. En contra de aquel lejano melenudo, los adjetivos abundaron: desde aliado de banqueros y empresarios, hasta omiso en la lucha contra el crimen. Así se armó la respuesta contra el ciudadano Zedillo.
Ahora, si revisamos su desempeño como presidente, podemos concluir que tiene mejores números que López Obrador: menos homicidios, deuda y proporción de ella en relación con el PIB. ¿Tuvo días difíciles? Bastantes, como cualquier mandatario de un país subdesarrollado.
Entregó el poder a un miembro de otro partido: al panista Vicente Fox. “Era su obligación”, dijo en televisión nacional una iracunda comentarista cercana al régimen. Es cierto, pero en su momento López Obrador demostró una notable afición por intervenir en los procesos locales y federales. Sus víctimas favoritas eran las candidatas. Una vena de misoginia lo domina.
Zedillo tenía talante democrático, y prueba de ello fue su “sana distancia” con el PRI.
Vive de su trabajo y, en aquella ceremonia en Saltillo, percibí que se sentía cómodo con unos zapatos de suela de plástico y un traje modesto.
Es el neoliberal perfecto para llenar las pantallas y evitar que la población descubra que pronto nos impondrán una ley en materia de telecomunicaciones que va a contribuir a la construcción de un Estado autoritario.
Por cierto, Morena ha tenido cuando menos tres oportunidades para cancelar el Fobaproa y se ha negado.