
Mira lo que hacen
La propuesta de reforma electoral impulsada por el actual gobierno mexicano representa, sin lugar a dudas, uno de los mayores desafíos que ha enfrentado nuestro sistema democrático en las últimas décadas. Lejos de fortalecer las instituciones electorales, esta iniciativa parece diseñada para debilitar los contrapesos institucionales que tanto costó construir durante la transición democrática.
El Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no son instituciones perfectas, pero han sido pilares fundamentales en la consolidación de nuestra democracia.
Desde su creación, estos organismos han garantizado procesos electorales competitivos, transparentes y confiables, permitiendo alternancia política real en todos los niveles de gobierno. Pretender desmantelarlos bajo el argumento de "austeridad" es una justificación que no resiste el menor análisis serio.
La reducción presupuestal propuesta no es simplemente un recorte administrativo; es un golpe directo a la capacidad operativa del sistema electoral mexicano. Menos recursos significa menor cobertura territorial, reducción en programas de capacitación, limitaciones en tecnología electoral y, fundamentalmente, menor capacidad para supervisar procesos complejos en un país de más de 120 millones de habitantes. ¿Cómo puede considerarse esto una mejora?
Particularmente preocupante resulta la propuesta de que la ciudadanía elija directamente a los consejeros electorales. Si bien la elección ciudadana suena democrática en teoría, en la práctica introduce elementos de partidización que van contra la esencia técnica que debe caracterizar a estos cargos. Los consejeros electorales requieren conocimientos especializados en derecho electoral, administración pública y tecnología electoral, no popularidad mediática o habilidades de campaña.
La historia reciente de América Latina nos ofrece ejemplos claros de lo que sucede cuando se debilitan las instituciones electorales autónomas. Venezuela, Nicaragua y Bolivia son casos paradigmáticos donde las "reformas" electorales precedieron al deterioro democrático. No se trata de alarmismo, sino de aprender de experiencias regionales concretas.
La democracia no es solo votar cada cierto tiempo; es un sistema complejo que requiere instituciones sólidas, autónomas y técnicamente competentes. Debilitar al INE no fortalece la democracia, la vulnera. Si el objetivo real fuera mejorar el sistema electoral, la discusión debería centrarse en perfeccionar procedimientos, no en desmantelar instituciones.
Como ciudadanos, debemos exigir que cualquier reforma electoral verdaderamente democrática parta del fortalecimiento institucional, la transparencia y el respeto a los contrapesos. La democracia mexicana no es perfecta, pero merece ser mejorada, no retroceder, esperemos que asi sea. Al tiempo.