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Hace un par de semanas, en la entrega de los Grammy 2025, el mundo fue testigo de una noche que, sin lugar a dudas, marcará un antes y un después en la representación de las mujeres dentro del espectáculo musical. Por primera vez, la mayoría de las nominaciones fueron para mujeres, y esto no es solo una cifra o una anécdota estadística: es el reflejo del poder, la valentía y la sororidad de muchas artistas que antecedieron y a las actuales que han venido demostrando a lo largo de sus carreras que han llegado para quedarse.
A través de la pantalla, se podía percibir un ambiente distinto. Las artistas, lejos de caer en la competencia individualista que tantas veces se les impone, se unieron en un verdadero acto de sororidad. Fue conmovedor ver cómo sus discursos no se limitaron a hablar de su esfuerzo individual, sino que se convirtieron en una plataforma para denunciar problemas sociales urgentes, destacar la importancia del trabajo en equipo, defender los derechos humanos y, por supuesto, los derechos de las mujeres.
Si bien es cierto que son cantantes y no es su obligación usar esos espacios para denunciar injusticias, es admirable que quienes lo hacen aprovechen foros tan grandes como los Grammy. La noche de la Premiación fue un verdadero manifiesto en favor de la igualdad sustantiva, un llamado a la reflexión sobre la importancia de empoderar a las mujeres en todos los ámbitos: social, educativo, deportivo, político y, por supuesto, artístico.
Lo que vimos no es un tema menor. Durante años se nos ha dicho que debemos competir entre nosotras, que hay pocos espacios y que solo una puede llegar a la cima. Pero esa noche nos enseñó otra cosa: la verdadera fortaleza está en unirnos y apoyarnos. Resulta irónico que, en un foro tradicionalmente asociado a la competencia y el individualismo, lo que más destacó fue el reconocimiento colectivo. ¿Acaso no nos han inculcado desde siempre que las mujeres debemos enfrentarnos entre nosotras? Esa noche se reescribió el guion: la competencia dio paso a la colaboración, y el éxito se definió en función del impacto social y del compromiso con causas que trascienden la música, como el simple hecho de festejar genuinamente el triunfo de las demás.
Como ciudadana y profesional comprometida con la justicia y la igualdad sustantiva, me llena de esperanza ver cómo eventos de gran magnitud adoptan posturas que promueven el cambio social. Los discursos no solo nos inspiraron, sino que también plantearon interrogantes importantes sobre el rol de las instituciones y las personas líderes en política, especialmente a nivel nacional e internacional, donde la política y la sociedad necesitan ejemplos claros de liderazgo transformador, no de simulación.
Los Grammy 2025 nos dejaron una gran lección: ya no estamos aquí para competir entre nosotras, sino para unirnos y apoyarnos. La sororidad que vimos en el escenario es el camino que debemos seguir en todos los ámbitos: en la política, en la comunidad, en nuestras propias vidas. Porque cuando una mujer gana, no es solo su triunfo, es el de todas. Que esa noche no sea solo un evento memorable, sino el inicio de un cambio real en cómo nos relacionamos entre nosotras.