Advierte Moreira por elecciones patito de juzgadores
No resultará fácil: vivir sin declinar a la derecha o a la izquierda; sin hacer caso de los comentarios que lleguen a nuestros oídos, sean favorables o sean adversos; sin dejarse llevar por los ejemplos que otros nos presenten; sin dejarse absorber por la fuerza de los ambientes; sin fijarse en demasía en lo que hacen otras personas; esto será vivir en la línea recta y no declinar ni a derecha ni a izquierda.
Oportunidades, conveniencias, utilidades, ascensos y cien y mil cosas más suelen confabularse para que no vivamos en la línea de la rectitud.
Y solemos ser nosotros mismos los que más nos esforzamos por explicarnos a nosotros y a los demás que los caminos torcidos que seguimos son en realidad rectos.
Pero hay algo a quien nunca podremos engañar: nuestra propia conciencia. Es esta la que traza la línea recta de nuestra vida.
No actuemos solamente con la lengua y la palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad y estaremos tranquilos. No bastan palabras, se precisan obras; cuando por la noche te examines, no lo hagas sólo respondiendo a esta pregunta “¿He dicho algo bueno?” sino sobre todo a esta otra: “¿He hecho algo bueno?.
Ahora bien y siguiendo esta misma premisa, siempre he considerado que los extremos son malos, pues generalmente se cae en excesos, lo ideal es buscar siempre un punto de equilibrio para mantenernos dentro del camino de la rectitud, no importa si eres un campesino o el CEO de un gran corporativo, un militante de un partido político o el dirigente del mismo.
Si esto lo aplicáramos en nuestro diario vivir, nuestro mundo sería diferente, donde la política se utilizaría para buscar un mundo de equilibrio en todos sentidos, economía, ecología, salud, educación, generando un mundo de oportunidades y por supuesto soluciones a las problemáticas que se nos presentan diariamente.
Así los sueños de un simple ciudadano que practica la política de la convicción por encima de la conveniencia.