
En investigación 93 funcionarios públicos por Auditoria Superior
Hay que decirlo sin rodeos: TikTok ya no es solo una red para bailes, recetas rápidas o tutoriales de maquillaje. Hoy, es una plataforma de influencia política. Una especie de plaza o foro público digital en la que se construyen o se destruyen narrativas en segundos. Y eso, aunque incomode a más de uno, ya no es una moda: es una realidad.
El problema no es TikTok. Ni los reels, ni los videos de 60 segundos. El problema es que muchas veces nos estamos informando y formando opinión con base en extractos recortados, frases fuera de contexto o mensajes diseñados para provocar antes que para explicar. Una buena edición, una canción pegajosa y un tono burlón pueden más que un informe técnico o una comparecencia de 2 horas. ¿Debería preocuparnos? Tal vez. ¿Podemos ignorarlo? Definitivamente no.
En lo local, el tema no es menor. En Chihuahua ya estamos viendo cómo perfiles políticos (y no tan políticos) crecen de forma exponencial en redes, sin necesidad de estructura ni partido. Solo basta un video bien armado que conecte emocionalmente con la gente, y listo: boom, miles de vistas, decenas de comentarios y una narrativa nueva en el aire. Así como puede visibilizar causas legítimas, también puede viralizar desinformación o linchamientos digitales. Es un arma de doble filo, pero es la nueva arena donde se disputa la legitimidad.
Y no, no se trata de satanizar. Las redes también han abierto espacios antes cerrados, amplificado voces que eran ignoradas y permitido que ciudadanía, activistas, madres buscadoras, víctimas o comunidades invisibilizadas puedan contar su historia, exigir justicia o convocar a la acción. Es justo reconocer ese poder democratizador.
El reto está en cómo usamos esa herramienta. Porque también hemos visto campañas negras disfrazadas de humor, datos manipulados con estética de meme y estrategias de desinformación que se vuelven casi indetectables entre tanto contenido. Es la batalla por el sentido común, y se está librando en el algoritmo.
Quienes estamos en el servicio público o en la política, tenemos que ponernos al día. No para fingir que “ya le sabemos al TikTok” y salir a hacer el ridículo, sino para entender cómo circula la información hoy, qué códigos se manejan y cómo construimos mensajes que informen, sumen, y no se reduzcan a likes vacíos. Ya no basta con saber hablar en tribuna. Ahora también hay que saber comunicar en video vertical.
Porque si bien es cierto que la política y la función pública, incluido el Poder Judicial necesita modernizarse, también es cierto que la viralidad no siempre es sinónimo de verdad. No confundamos ruido con consenso, ni número de likes o vistas con legitimidad.
Y como ciudadanía, también toca ejercer un consumo crítico: verificar, contrastar, no compartir cualquier cosa solo porque “me cayó bien” o “me lo mandó mi prima”. Que el algoritmo no piense por nosotras. Lo viral pasa, lo importante permanece.