
Chihuahua tiene 13 incendios activos en la sierra
CHIHUAHUA, Chih., 27 de abril de 2025.- Tan sobada como cierta es la frase: “la historia la escriben los ganadores”. Agregaría que también los gandallas. Claro, eso de imponer una narrativa puede ser temporal y héroes se pueden tornar en villanos o en personajes olvidados de un día para otro.
El nuevo régimen juega a polarizar. Glorifica y sataniza con la misma facilidad con la que justifica lo que antes combatía, y si no, vean el T-MEC. Ahora no está de moda ni lo español ni lo novohispano, y tampoco el conocimiento científico de los pueblos originarios. Eduardo Matos Moctezuma recibió el galardón Princesa de Asturias y los dueños de la mañanera no fueron para echarle una flor, aunque fuera chiquita, por ejemplo, de manzanilla.
Eso sí, un tipo al que llaman Marx y que trae pleito con el dueño de una televisora, se le ocurrió agarrarla contra los blancos barbados de ojos azules y llamarlos asquerosos. No me sentí aludido. Pero sí en esas andamos, llama la atención que ese matraquero y otros adictos al régimen no digan ni pío a los güeros del norte. Les encanta madrear a los españoles por una conquista que no lo fue, pero ni las manos meten en los toallazos que un día sí, y otro también, los gringos le propinan al orgullo Azteca.
En eso de quedar fuera de la narrativa oficial hay muchos ejemplos. En estos días tomé un texto del finado Javier Villarreal Lozano, que lleva por título Coahuilenses olvidados; son cinco biografías cortas de María Ignacia Azlor, David Cerna, Francisco Mendoza, Ignacio Alcocer y Xavier Guerrero.
Ella, una visionaria de la educación y constructora de un proyecto que tiene más de doscientos años en funciones; Francisco, nació en Saltillo y, como pintor, brilló en Europa, pero la plástica post revolucionaria lo sacó de la jugada. Pintar batallas era su fuerte y eso le encantaba al tirano Díaz.
David Cerna, se dedicó a la medicina y la literatura, era un sabio que nació en San Buenaventura, Coahuila. Lo reconocieron en la academia norteamericana por sus estudios científicos y por su saber en las letras, Rubén Darío lo llenó de elogios. La Revolución lo puso en el exilio, creo que en algo le pesó ser un exitoso político en el Porfiriato. Al médico Alcocer, experto en náhuatl, por ser amigo y funcionario de Huerta, le hicieron la vida de cuadritos. Por lo que hace a Guerrero, creo que tenía mala pata y por ello pocos lo recuerdan, no obstante su destreza pictórica y su solidez intelectual.
Al paso de los años veremos qué sucede con los personajes de la actualidad y cómo se les juzgará por una refinería que no refina, un aeropuerto sin aviones, un tren sin pasajeros y por esa farsa que se llama elección del Poder Judicial.